Podemos sin ningún problema hablar del cambio climático, del agujero en la capa de ozono, o de los infinitos problemas ecológicos en nuestro globo; quizás hasta tomamos la decisión de ser más eficientes porque algo entendimos del asunto energético. Pero, ¿nos damos real cuenta de nuestro medioambiente? Y no me refiero a la cordillera que puedo observar desde la ciudad, tampoco hablo del paisaje lejano que disfruté en mi veraneo. Me refiero a nuestro diario medioambiente, donde ocurre tu cotidianeidad, a las calles que transcurres, a tu casa, tu barrio, etc… a donde se desarrolla tu vida. Probablemente, no tengamos la verdadera conciencia que nuestro entorno se merece. Creo importante que observemos lo que nos rodea y le demos los cuidados necesarios al medio por el que nos movemos casi sin darnos cuenta.
Me refiero puntualmente a que no debemos desapegar ecología y medioambientalismo, de ciudad y urbanismo; pues son elementos que conviven en nuestro caso santiaguino; y no podemos darnos de amantes y defensores de “la naturaleza” si no lo somos de nuestra naturaleza. De lo más cercano es desde donde nuestro cuidado debiera partir; como transeúntes, a veces se nos olvida nuestra actitud de cuidado, y botamos a la calle sin dar cuenta, desechos que parece que no percibimos a la hora de evaluar nuestro impacto medioambiental; colillas, boletas, plásticos, etc… arrojamos contaminando y provocando daño a nuestro medioambiente.
Ocurre también esta contradicción en infinitos casos, pasamos por la calle cortando ramitas o pateando piedras indiscriminadamente. Pero lo más importante (y que me produce tristeza): No disfrutamos de nuestro paisaje, que a pesar del smog y qué se yo, es maravilloso, es naturaleza; y es un despilfarro para el alma que no le prestemos atención al cielo que nos cubre, al sol y su energía, a la majestuosa luna, nubes; que no escuchemos al viento, que pasa haciendo bailar los árboles y a las plantas con sus flores que crecen con magia, con Amor siempre. Detalles disfrutables, como los rallos de luz que se cuelan por las ramas, como nuestra arquitectura; la creación humana es bella, y no la consideramos ni le tomamos el peso.
Nuestro medioambiente inmediato es hermoso, grandioso; debemos aceptarlo para poder mejorarlo; pues claro que no lo tenemos perfecto, y es por esto mismo: no lo tomamos en cuenta, no somos concientes del lugar donde crecemos, donde estamos todo el tiempo, y donde compartimos la vida en sociedad. Es hora de que vivamos el aquí y el ahora en nuestro medioambiente; disfrutemos y vivamos con alegría nuestra existencia urbana, que compartimos con pajaritos, insectos y con mucho más de lo que logramos ver. ¡Despertemos! Que somos parte de la ecología; tomemos conciencia de lo que nos rodea, de lo que rodeamos, y no seamos inconsecuentes con nuestros principios medioambientales. Es tan fácil como detener un instante nuestro ajetreo y mirar con atención y humildad para interiorizar nuestro exterior, para hacerlo parte de nuestro actuar diario, actitud que nos lleva a ser cada instante más felices en armonía con la Naturaleza.
Por fauna CPE