Hola lectores de CPE!
Queremos compartir con ustedes esta interesante columna escrita por el señor Jorde Edwards en el diario la segunda. Interesante porque aparecemos nosotros en ella (sí! Parece que al fin la fama toca nuestra puerta) pero teñida de adjetivos como “tontos, ignorantes y falta de sentido común”… sí. CPE rayó uno de los muros de la biblioteca nacional hace un par de meses… pero parece que los alegatos comienzan cuando aparecen rayados como “amate” o “libera tu corazón” porque hace años que la biblioteca está rayada, teniendo en su repertorio una serie de firmas ilegibles y dibujos del cuerpo humano como penes y sus derivados… a juzgar por los comentarios parece que esto último es lo que se prefiere.
Les recomendamos en todo caso leer solo la primera parte, luego se desvía del tema hacia lugares un tanto…extraños. En la parte final les dejamos la respuesta de CPE que aún no se la hacemos llegar a Jorge, y el link de la columna para que vean comentarios de los lectores del diario.
Edwards, Jorge Viernes 24 de Abril de 2009
Diario "La segunda" http://blogs.lasegunda.com/redaccion/2009/04/24/barbaridades-diversas.asp
Barbaridades diversas
Los niños que pintarrajean los muros de la Biblioteca Nacional probablemente no saben lo que es una biblioteca. Se desquitan de su ignorancia pintando grafitis, escribiendo tonterías, dibujando personajes estrambóticos. Los personajes de algunos grabados de Roberto Matta, divertidos, patulecos, absurdos, suelen parecer pintadas colocadas en un muro por un artista adolescente. ¿Rasgos de barbarie, como sostiene José Miguel Varas? No sé. Rasgos de ignorancia, en cualquier caso. Nadie les ha enseñado a esos niños lo que es una biblioteca pública: su relación con la memoria histórica, con la ciudad, con la vida y la belleza del lenguaje. Hace poco, el presidente del gobierno de la ciudad de Buenos Aires, el ingeniero Mauricio Macri, me entregó en un acto breve, simpático y simbólico, las llaves del escritorio que tenía Jorge Luis Borges en una biblioteca de barrio. Me pareció una ceremonia dotada de sentido, donde el respeto por los libros se imponía. Entre nosotros, en una ciudad donde han existido y todavía existen bibliotecas, a nadie se le ocurre hacer una ceremonia de esa especie. Pues bien, hay que convertir el sentimiento de amor por los libros en algo tangible, comprensible para todo el mundo y en especial para los más jóvenes. Nuestros niños pintarrajean los muros de nuestras adustas instituciones culturales y después los profesores los obligan a aprenderse de memoria fórmulas químicas o fechas de batallas. Tenemos una pedagogía dominada por la falta de sensibilidad y de elemental sensatez.
Me tocó observar en una ocasión, en Madrid, a un grupo de niños sentados en el suelo frente al Guernica de Pablo Picasso. Una profesora les iba explicando la historia y algunos detalles del cuadro: mujeres desesperadas por la muerte violenta de sus hijos en un bombardeo, caballos asustados, muros destruidos. Después encontré en Francia a un grupo de niños y niñas que estudiaban las plantas del modesto jardín de su profesor. Aprendían a distinguir el perejil del perifollo (planta de la que viene el término emperifollado), y la lechuga de la acelga y de los cebollines. Al final de la explicación, se sentaban en una mesa al aire libre, preparaban una estupenda ensalada y se la comían, felices. La pedagogía exige imaginación y sabiduría, conocimiento y gracia. Si alguien enseñara en forma similar, con parecida frescura de espíritu, lo que es un libro y lo que es una biblioteca, sus alumnos no caerían en la tentación de pintar grafitis tontos. Pero el sentido común, en educación, tampoco es el más común de los sentidos.
A veces me digo que nuestros actuales políticos tienen pocas nociones verdaderamente educativas. Un gran personaje como Napoleón Bonaparte, a pesar de sus excesos, de su pompa y su locura, era un educador de su país. Se preocupaba de la guerra, desde luego, pero también se preocupaba de la arquitectura, del arte, de la arqueología, del derecho civil. Muchos de nuestros antiguos jefes de Estado fueron, a su manera, educadores: Manuel Montt, Balmaceda, Aguirre Cerda. Don Pedro, a quien solían llamar Don Tinto, inventó un gran lema político pedagógico: “gobernar es educar”. Algunos de nuestros personajes públicos me dan la impresión de ser mal educados en el más amplio sentido del término. No voy a entrar en detalles: no quiero entrar en los terrenos de la politiquería. En días recientes hemos tenido un flagrante ejemplo verbal de la izquierda y otro de la derecha. Quedaron empatados. Lo paradójico del caso es que el exabrupto de un lado le llevó votos al otro, y viceversa.
En materia de pedagogía, Fidel Castro es una contradicción interesante y viviente. Hace discursos erráticos, interminables, deshilvanados, llenos de furia y de ruido, de consignas añejas, y ha intentado, sin embargo, que la educación en la isla tenga niveles superiores. Pero es extraño hacer campañas masivas de alfabetización y al mismo tiempo prohibir libros. Acabo de leer y hacer un prólogo para La casa de cristal, diario escrito en La Habana por Isabel García-Zarza, corresponsal española hasta hace pocos años de la agencia Reuters, y que saldrá pronto en forma de libro. La autora entra en la sala de internet de la universidad habanera y descubre que sólo se puede tener acceso a unas pocas páginas: todas las demás están bloqueadas. Y en el muro principal hay un cartel enorme, sorprendente, de antología. “Queda prohibida, dice este cartel inefable, la distribución de información no acorde con los principios de la Revolución”. En otras palabras, a usted lo educan desde chico para que más tarde esté obligado a deseducarse.
El diario de García Zarza tiene pasajes de una ingenuidad directa, no calculada, y cuenta, quizá por eso mismo, historias muy reveladoras, a veces a pesar de la autora misma. Por ejemplo, pierde un reloj en un hotel de provincia y pide en la recepción que se lo busquen. Al día siguiente, en otro lugar, recibe un llamado del jefe de la policía del pueblo: la chica del aseo ha sido detenida y la corresponsal puede presentar una denuncia contra ella. Esa noche, de regreso de una excursión, encuentra el reloj entre su ropa sucia, pero no nos cuenta si informó de esto a la policía para exculpar a la pobre muchacha encargada de la limpieza. Parece un chiste de dictaduras, pero es, de hecho, un chiste muy negro, que dice mucho sobre una forma de justicia.
En seguida nos cuenta la historia de una obra de teatro escrita y montada por cubanos, con notable éxito popular, Icaros. Nuestra autora se sorprende por la audacia de las alusiones, y la verdad, a juzgar por lo que relata, es que la censura parece haberse cansado de tanta guerra y haberse quedado dormida. La obra, según Isabel García Zarza, basada en la mitología griega, muestra el drama de los Icaros prisioneros del laberinto que su padre les ha construido para complacer al autoritario y caprichoso rey Minos. La frase final es “había una vez una isla imposible…”. En uno de los episodios, una caperucita roja le dice a su abuela convertida en tirana: “¿Por qué no te mueres ya, abuelita?”
García Zarza ya está de regreso en Madrid cuando recibe la noticia de la enfermedad y la entrega del mando de Fidel a su hermano Raúl. Sin pensarlo dos veces, toma un avión en el aeropuerto de Barajas y viaja a Cuba en calidad de turista. Encuentra una Habana un poco más deteriorada y unos habitantes que oscilan “entre el escepticismo y la esperanza, felices, por lo menos, porque de sus vidas han desaparecido los discursos interminables y las movilizaciones intempestivas”.
La abuelita se enfermó, por fin, pienso, y la esperanza reside precisamente en esa enfermedad, en su desenlace inevitable, aunque sin fecha fija.
Sr. Edwards: Primero nos gustaría agradecerle su preocupación acerca de nuestra posible condición de analfabetos, ignorantes y tontos mocosos. Pero lamentamos desilusionarlo, nuestra realidad no es esa. Y estamos agradecidos de que así sea, tenemos clarísimo que es una suerte saber leer y escribir y que es más, disfrutemos leyendo y apreciando “la belleza del lenguaje”, como usted mismo dice. Y es por esto mismo que decidimos salir a rayar mensajes a las calles. Porque entendemos que hay niños y jóvenes de nuestra edad que no gozan de la misma suerte, que en estos momentos tienen que trabajar en vez de ir al colegio, que tienen que hacerse cargo de las labores de sus casas, en vez de darse el gusto de leer un buen libro. Y como nos duele esta injusticia, optamos por utilizar nuestras capacidades e iniciativa, para repletar Santiago de mensajes bonitos y esperanzadores, que alegren el día a día y ayuden a superar esta aberrante injusticia en la que vive nuestro planeta.
Si no se dio el tiempo de leer los mensajes, le cuento: nuestros “pintarrajeos” (peyorativa forma de llamarlos… ¿existe esa palabra en todo caso?) no decían más que “ámate”, “libera tu corazón”, “libera tu amor”, “disfruta la vida”, etc. A nuestro parecer, estas frases no son tontas ni ignorantes, al contrario, creemos que es una bonita forma de homenajear la belleza de la palabra, más aún en una biblioteca. No nos hacemos responsables, claro está, de los demás rayados que ahí hay, pero lo que sí podemos asegurarle, es que si existe tal cantidad de necesidad de salir a la calle a manifestarse es porque no hay otros espacios. Nosotros estamos intentando construir una cuidad más bella, más amable y también más despierta y consciente… le podemos asegurar, señor Edwards, que estos jóvenes que salen a hacer todas estas “barbaries” muchas veces no tienen acceso a libros en sus casas, y si su único acceso a la entretención es la TV… podrían por último, dar programas educativos y que enseñen este amor por la “ciudad, la vida y la belleza” -citándolo… pero ni si quiera eso existe. Si cambiáramos programas como “Yingo”, y se dieran más oportunidades para la cultura en nuestro país, le aseguramos que las calles estarían de otra manera, y las bibliotecas llenas por dentro y no por fuera.
"Nosotros no estamos rayando los libros, sólo las murallas externas de la biblioteca"
Sea feliz señor Edwards, ámese! (un consejo para hacerlo http://cpe-tierra.blogspot.com )
5 comentarios :):
Excelentee, asi se responde :D
bastante poco acertado el señor Edwards, raro su articulo ademas, como que dice puras tonteras
Lo que dice este caballero aunque es negativo podría ser una buena señal, una señal de que lo que hacen ustedes no queda indiferente, y así como para esta persona le fue de mal gusto seguramente por sus prejuicios, a muchas mas personas les llega el mensaje positivamente.
Sigan así no se detengan en su intento de hacer de esta ciudad un lugar verdaderamente mágico.
Muchos saludos y mi apoyo a todos ustedes.
Ja, ja, ja! El pobre Edwards es un tipo acartonado que no es capaz de ver más allá de lo que conoce y antepone sus prejuicios frente a lo bello que hacen.
Rara la columna de jorge edwards como que de una pequea cosa empieza a criticaratoda una educacion y su pedgogia :S
En fin, exelente respuesta ;)
No cambiaremos nada si no nos amamos!
Un abrazo fraterno!!!
Sebastian
Siempre nos encontraremos con este tipo de sujetos "importantes, culturales, depositarios del saber y la verdad" que no comprenden nunca el fondo del asunto. Por lo menos los stencils amorosos le abrán repercutido en algo porque pucha que se inspiró luego con los temas pedagógicos...!
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